sábado, 30 de mayo de 2009

... Y ESTE ES EL FINO

Sentimiento, plasticidad, hondura, calidad, temple, elegancia, gusto, arrebato... Cumbre del Fino en Los Califas con un toro de la Palmosilla, Conilito de nombre. Un jabonero de extraordinarias hechuras, un autentico tacazo que cantaba sin duda lo que llevaba dentro, mucha clase en la embestida. Lástima de ese puntito de raza que le faltó para tener más duración. Con eso, quizá ahora estábamos hablando de mucho, muchísimo más, que ya es decir después de lo visto.

El maestro lo vio claro a pesar de que en los primeros tercios salió suelto y entregándose poco. En banderillas Conilito galopaba y tomaba el engaño de Juan Montiel con largura y humillación. Buena briega la del sanluqueño.

Tras un bello inicio por bajo, El Fino le dio distancia al toro que se arrancaba con alegría, lo cuidó en los primeros muletazos, para abrochar esa primera serie con dos redondos encajados, de arriba hasta abajo, y un monumental pase de pecho, como todos los instrumentados en la faena. En las dos siguientes series, más exigentes, brotaba ya a borbotones el aroma a faena grande de Juan Serrano. Entregado el torero, rota la cintura y el trazo único y profundo de esa muleta mecida por unas muñecas privilegiadas. Con la izquierda, sencillamente sublime, monumento al toreo al natural, aunque por este lado al toro le costaba más repetir, pero daba gusto ver como tiraba de él y se lo llevaba atrás de la cadera. Y los remates. Otra vez esa trincherilla surgida de un chispazo de inspiración inagotable. Y un molinete engarzado con otro manojo de redondos, lentos y sentidos, en un trasteo que mientras más duraba más a gusto se encontraba el maestro, que parecía no querer poner fin a su obra. Y el cambio de mano, y otro natural, y otro más... Este es Juan Serrano, "Finito de Córdoba" en el cartel. El que hoy, una vez más, y van................., nos ha vuelto a encandilar como sólo él sabe hacerlo. Toreando para él, para nosotros.

La Puerta de Los Califas se abría por decimoquinta vez para El Fino como matador de toros. Se dice pronto. Una cifra nunca alcanzada por nadie, y que se antoja difícil para quien lo quiera intentar, al igual que llegar a los cincuenta paseillos en esta plaza, que con éste ha cumplido.

Tarde de dos orejas, que bien pudieron ser tres de no marrar con los aceros en su primero. Un toro que nunca se entregó y que salía distraido y suelto de la muleta hasta que terminó rajándose. El maestro se esforzó en extraer varios muletazos de mérito por el pitón derecho y cerró la faena con varios remates por bajo que hicieron crujir los tendidos.

Gracias maestro. Gracias Fino. Disfruta de este éxito y paladea el recuerdo de una tarde que a buen seguro a ti, más que a nadie, le llena de satisfacción.

Fotos: Fidel Arroyo.