miércoles, 1 de julio de 2009

EN FUENTE YMBRO (y III)

Se había echado el aire después de comer y en el corral quedaban dos vacas apartadas. Por la mañana habíamos disfrutado mucho, como ya se ha podido comprobar en los anteriores vídeos, pero lo de la tarde fue más intenso, tuvo aún más sabor. Quizá porque quedábamos muy poquitos, y se notaba en el ambiente. El silencio era más auténtico, más acogedor diría yo, y por tanto, se prestaba más a la creatividad y al disfrute de lo visto.

Es lo que tiene el campo, el toreo en el campo, algo que nunca te da una plaza. La espera, el silencio, la paciencia, el tiempo. Por eso en el campo, y como ha dicho El Fino muchas veces, te puedes acercar más a la perfección, a la faena soñada o al simple muletazo deseado, pues todo lo haces a sabiendas de que lo estás haciendo para ti, buscando en tu interior. Y sinceramente, es un privilegio cuando se puede contemplar, más aún en el ambiente que esa tarde se respiraba.

De esta forma, y en ese ambiente, se vacío El Fino, echó el resto en esas dos vacas, y con el silencio y el tiempo a su favor las exprimió para sacar lo mejor de ellas, brindándonos mucho de lo mejor de él. Tampoco faltó el cante. Los fandangos Surgieron espontáneos, instintivos, igual que surgían los naturales, para dar forma a un escenario incomparable.

Tras esta vaca guardé la cámara, y terminé de recrear mis sentidos en la multitud de estímulos que me invadían. Era un pecado estar allí y verlo todo a través de una pantallita.