miércoles, 15 de abril de 2009

AGUILAR DE LA FRONTERA, 10/08/90

Este es el primero de los recuerdos a los que aludía hace un par de días. Fue en Aguilar de la Frontera, Córdoba, en una portátil, aunque para mí era la primera plaza del mundo. Se trataba de mi pueblo, un pueblo que con mucho esfuerzo, y gracias a la labor de su peña taurina, capitaneada todavía hoy por mi tío, Juan Espinosa, con el que comparto nombre y apellido, había logrado montar una feria de lujo, con dos novilladas del máximo nivel.

La primera reunió a Finito de Córdoba y Jesulín de Ubrique, con Cesar Pérez por delante. La segunda, que es a la que pertenecen las imágenes que siguen, ofreció un mano a mano entre el propio Finito y Chiquilín, junto al rejoneador Luis Domeq. Un cartel que ya había dejado huella en el coso de Los Califas ese mismo año, en dos ocasiones consecutivas.

Como se podrá apreciar en las imágenes, la plaza estuvo a reventar, también en la primera tarde, el 7 de agosto, y aunque en ambas el ganado no sobresalió especialmente, se pudo disfrutar de buenos momentos de toreo, como por ejemplo en la faena del Fino que viene a continuación.

De la actuación que van a ver se pueden sacar muchas conclusiones, pero quizá la más importante sea la que ya en otras ocasiones hemos apuntado al recordar al Fino de novillero, y no es otra que el magnífico concepto que ya mostraba a tan temprana altura de su carrera, y al que ha sido siempre fiel, depurando aspectos técnicos que le han permitido alcanzar cotas mayores en su toreo, así como la dificultad que existe hoy para poder ver novilleros con esas formas y a ese nivel.

Con todo eso me quedo de esta faena, con ese sentido del temple, ese enganchar al novillo y llevarlo muy atrás, siempre por abajo, siempre buscando la pureza, el clasicismo, el arte mayor, y también con el epílogo, ese final sabroso y torerísimo con el que tantas grandes faenas ha rematado el maestro a lo largo de su trayectoria.



Recorte de prensa: Rafael Sánchez.