viernes, 23 de abril de 2010

RECORDANDO A FINITO EN JAÉN (I) (20/10/89)

Dando un repaso a la estadística de las actuaciones de Finito de Córdoba en la ciudad del Santo Reino, y salvo error u omisión por mi parte, han sido un total de once (diez de ellas como matador de toros) las que el maestro ha hecho el paseillo vestido de luces en el Coso de La Alameda. De esas once, servidor ha tenido la fortuna de asistir en directo a nueve, y digo la fortuna pues en muchas de ellas se ha podido disfrutar del toreo grande y eterno que atesora y muestra Juan Serrano, siendo para mí especialmente recordadas tres tardes que, en orden cronológico, son la de la despedida de Tomás Campuzano, el 17 de octubre de 1999, en una tarde en la que Finito cortó tres orejas a su lote de Jandilla, la de justo dos años después, el 17 de octubre de 2001, en la que literalmente lloré viéndole indultar al bravísimo Diminuto, de Clotilde Calvo, y la del 18 de octubre de 2002, en la que realizó una obra cumbre ante Aguilillo, sexto toro de aquel encierro de El Capea, abriendo la puerta grande que ya tenía asegurada Enrique Ponce.

Son, en total y como he indicado antes, once actuaciones de luces, en las que consiguió dieciocho orejas y un rabo, indultó un toro y abrió en seis ocasiones la puerta grande.

Pero es de las únicas dos actuaciones que no vi de las que quiero hablarles, pues para ello cuento, por un lado con algunas imágenes y por otro con mi amigo Luis Miguel Parrado. Así que, en esta tesitura, podría decir aquello que con tanta gracia le decía Rafael Álvarez "El Brujo", interpretando al inolvidable Búfalo, a Paco Rabal, en la mítica serie Juncal, tras narrarle emocionado una de sus inolvidables tardes en la plaza, "Entre lo que usted me ha dicho y lo que me contó mi padre yo he recompuesto la historia", o algo así.

La que hoy nos ocupa es la del 20 de octubre de 1989, fecha en la que un joven Juan Serrano Pineda se presentaba como novillero en Jaén, y lo hacía formando una terna de lujo junto a Enrique Ponce y Jesulín de Ubrique. Esperaban enchiquerados seis utreros de Peralta, siendo Montesino y Molinero los que conformaban el lote de Finito de Córdoba.

Con ambos alcanzó una dimensión extraordinaria, y con cada uno confirmó las excepcionales condiciones que venía apuntando durante su primera temporada como novillero con picadores. A Montesino, faena a las que corresponden las imágenes que siguen (con los comentarios de todo un clásico: Joaquín Jesús Gordillo), le cuajó un trasteo plagado de rendondos sensacionales, dando muestra de una calidad y un temple exquisito, todo ello precedido de un soberbio toreo a la verónica. Con Molinero, un manso condenado a banderillas negras, se mostró firme, entregado y poderoso, llegando a ejecutar un toreo al natural de mucho calibre. A esta última faena le faltó la rúbrica perfecta con la espada, lo que no fue obstáculo para completar una tarde magnífica en la que cortó tres orejas y salió a hombros junto a Jesulín.

Tuvieron que pasar cuatro años para que Finito volviera a vestirse de luces en Jaén, esta vez ya como matador de toros. Esa fue la última que me perdí del Fino en esa plaza, y sobre ella hablaremos otro día...