jueves, 28 de mayo de 2009

FINITO Y TABERNERO: QUINCE AÑOS DESPUÉS

Parece que fue ayer. Quince años han pasado, y se cumplen hoy, desde aquella tarde histórica del 28 de mayo de 1994 en el Coso de Los Califas. En su albero, a eso de ocho y media de la tarde, se encontraron los dos protagonistas de esta inolvidable efeméride. De un lado Tabernero, un toro de Gabriel Rojas herrado con el número 167 y que dio en báscula 546 Kg. De otro Juan Serrano “Finito de Córdoba”, en la temporada de su irrupción en las grandes ferias, justo un año después de su triunfo en Madrid. Esa misma temporada ya había toreado el Domingo de Resurrección en Sevilla, junto a Curro y Espartaco, y posteriormente lo haría en la Goyesca de Ronda.

Siempre he pensado, y ya dije aquí en una ocasión, que quizá aquella tarde, y en el que fue el primero de sus 18 toros indultados, Juan Serrano terminó de dejar bien asentados los cimientos de lo que desde ahí sería la construcción de una tauromaquia enorme y única, siempre en la senda que nunca ha abandonado, y que es la que irremediablemente le conducirá, sea cuando sea, al Califato Taurino Cordobés.

Digo esto porque, bien mirada, esta faena a Tabernero auna muchas de la cualidades que han marcado la diferencia en El Fino, y es aquí, en un trasteo que va de más a mucho más, donde muestra la evolución notable de su toreo, siempre bajo el mismo concepto, pero valiéndose ya de su privilegiada forma de ver los toros y de su preciso uso de la técnica al servicio de la expresión artística. Lo demás queda patente; Calidad a raudales, profundidad inmensa, más y más en cada serie, con una naturalidad y una elegancia fuera de lo común.


Después de esta han venido muchas más y mejores, pero no me van a negar que la faena a Tabernero, especialmente, es considerada por muchos como inolvidable y significativa en la trayectoria de Finito de Córdoba.

Dicho esto, no quiero dejar pasar por alto la oportunidad de dar también el protagonismo que merece a Tabernero. Y para ello, que mejor que describir algunas anécdotas, quizá desconocidas por la mayoría, y que seguro resultarán bonitas y curiosas para completar este recuerdo a una fecha especial.

Como he dicho, Tabernero, de la ganadería de Gabriel Rojas, fue herrado con el número 167, y nació en 1990. Era negro mulato. Su madre, Tabernera, fue tentada por Emilio Múñoz, y su padre, de nombre Pelusón, fue tentado por Francisco Rivera “Paquirri”.
No era la primera vez que desembarcaba en los corrales de una plaza de toros cuando lo hizo en Los Califas. Apenas un mes antes ya lo había hecho en los de la Real Maestranza de Sevilla, siendo rechazado allí por falta de peso. Su destino, por tanto, estaba marcado para Córdoba y para las manos de Finito, haciendo buena una vez más aquí una frase que no se de quien es, pero que viene al caso, “Hay que tener suerte hasta para ser toro”.
A partir de aquí, la historia es conocida, al menos lo que pasó en la plaza. Tabernero volvió a los corrales tras ser indultado gracias a su bravura y a su extraordinaria nobleza. Volvió al campo, donde se recuperó muy bien de sus heridas, y allí vivió y disfrutó a sus anchas, junto a su lote de vacas, hasta que en 2003, con 13 años de edad, su vida tocó a su fin. Habían sido casi 9 años en la Dehesa “El Castillo”, años en los que Tabernero siguió mostrando su extrema nobleza, hasta el punto de que era llamado por el mayoral de una punta a otra del cerrado y el animal acudía para comer de su mano.
En este tiempo dio muy buenos productos para la ganadería, destacando siempre estos por su gran nobleza y clase, como, por ejemplo, su primer hijo que piso un ruedo. Lo hizo también en la provincia de Córdoba, en Montoro concretamente. Se llamó Cajeto, y fue lidiado en un festival con picadores. Había quedado como sobrero, pero por un error en los corrales se lo soltaron al rejoneador José Luis Cañaveral.
Curiosamente, uno de estos buenos descendientes fue de nuevo a parar a las manos de Finito de Córdoba, en Melilla, dentro de su feria de septiembre de 1999. Allí, en la denominada “Mezquita del Toreo”, el destino quiso que Tabernero, en este caso representado por un hijo suyo, y El Fino volvieran a encontrarse, casi con idéntico resultado, ya que se pidió con fuerza el indulto para el toro, estando de acuerdo el ganadero, aunque finalmente no se llevó a cabo ante la problemática que entrañaba volver a transportar al toro nuevamente a la península, por lo que no pudo completarse del todo esta bella y caprichosa coincidencia.

Otro hijo destacado de Tabernero se jugó en Jerez de la Frontera, el 18 de mayo de 2000, en una tarde en la que también actuaba El Fino, aunque esta vez el encargado de lidiarlo no fue otro que el maestro Rafael de Paula, que formó un lío con el capote en éste, que era el primer toro de su lote. No pudo matarlo, debido a sus mermadas condiciones físicas, igual que le ocurrió con su segundo, tras lo que se produjo esa histórica secuencia de Paula arrancándose el añadido y tirándolo a la arena. Aquella tarde triunfaron Curro –que cortó un rabo- y Fino, saliendo ambos a pie acompañando a Paula, que también había cuajado una gran tarde a pesar de no haber matado a ninguno de sus oponentes. Queda pues, para la historia, este ejemplar hijo de Tabernero, como el penúltimo toro lidiado por el genial gitano de Jerez.
Por último, destacar también que Tabernero fue portada de un libro editado por la Junta de Andalucía y la Editorial Andalucía Abierta, cuyos autores son Ángel Cervantes y José Enrique Moreno, llevando por título “Las Rutas del Toro en Andalucía”.
Este ha sido, por tanto, mi homenaje a una fecha tan especial y señalada en la trayectoria de Finito de Córdoba, así como el reconocimiento y recuerdo de un toro bravo, como fue Tabernero.



Fotos: Ladis.