...Mucho arte en los cantaores y la suerte como fiel aliada, porque en La Algaba, plaza mítica para el toreo, lugar del adiós de Romero, un torero de Córdoba, Juan Serrano, se sintió grande y lo bordó con el fondo de bulerías de Nano. Momento mágico, irrepetible, de esos que justifican una corrida flamenca.
Esa magia de la simbiosis del cante flamenco y el toreo ocurrió en el primero de la tarde. Fue un buen toro de Manolo González. Finito toreó para los aficionados pero, muy especialmente, para sí mismo. El mejor Finito del año, el torero de la elegancia suprema, el que pone de acuerdo a todos porque se aleja de ese otro torero que habita en su interior y que es el prototipo de la desgana, ese torero apareció en La Algaba para acrecentar la leyenda de esta plaza.
Fue desgranando una faena inmensa por ambos pitones, de mano baja, mucho temple y estilo depurado, cuando, ya al final de la misma, se arrancó Nano y su grupo de gente de Utrera por Bulerías. Finito de creció para dibujar pases profundos y trincherillas de ensueño. Sólo por esa escena ya había merecido la pena acudir a La Algaba. No mató bien y nunca una oreja fue un despojo tan innecesario. No hay orejas en el mundo para premiar tanta belleza.
Carlos Crivell (Burladero.com)
Esa magia de la simbiosis del cante flamenco y el toreo ocurrió en el primero de la tarde. Fue un buen toro de Manolo González. Finito toreó para los aficionados pero, muy especialmente, para sí mismo. El mejor Finito del año, el torero de la elegancia suprema, el que pone de acuerdo a todos porque se aleja de ese otro torero que habita en su interior y que es el prototipo de la desgana, ese torero apareció en La Algaba para acrecentar la leyenda de esta plaza.
Fue desgranando una faena inmensa por ambos pitones, de mano baja, mucho temple y estilo depurado, cuando, ya al final de la misma, se arrancó Nano y su grupo de gente de Utrera por Bulerías. Finito de creció para dibujar pases profundos y trincherillas de ensueño. Sólo por esa escena ya había merecido la pena acudir a La Algaba. No mató bien y nunca una oreja fue un despojo tan innecesario. No hay orejas en el mundo para premiar tanta belleza.
Carlos Crivell (Burladero.com)