Me sitúo Aguilar de la Frontera (Córdoba), a menos de 40 Km. de la Capital, entre Montilla y Moriles, tierra de buen vino y buena gente... mi pueblo, mi origen, mi punto de partida y de regreso. Allí, en el mismo corazón de la campiña cordobesa, podemos encontrar uno de esos rincones únicos que alimentan el espíritu y la afición taurina.
El Museo Taurino "Finito de Córdoba" es un lugar lleno de arte, de cariño y de gusto por lo bien hecho. Levantado desde el sólido cimiento de una gran afición, muestra con riguroso detalle los componentes más relevantes de nuestra fiesta, los recuerdos más significativos y la entrega denodada por un artista que hace honor a tanta belleza expuesta: Juan Serrano Pineda "Finito de Córdoba".
Juan Espinosa es el creador y piedra angular del mantenimiento de esta joya. Además de ser referente de afición y trabajo por la tauromaquia aguilarense, Juan destaca por ser fiel partidario del Fino desde sus comienzos. Orgulloso nos muestra varios carteles en los que el torero se anunciaba como "Juanito Serrano" en su época de becerrista, claro reflejo de la solera que tiene su incondicional apoyo.
Ya en el año 1987, Juan Espinosa comenzó a dar forma a su proyecto. Recopiló viejas revistas taurinas que guardaba su padre, así como carteles antiquísimos de festejos celebrados en Aguilar. Encargó su primera cabeza disecada, Sortijero, un toro de Ramón Sánchez lidiado por Espartaco en Cabra, curiosamente acompañado por el infortunado Montoliú, en una de sus pocas actuaciones como matador de toros. Poco a poco sus contactos fueron creciendo, llegando a tener innumerables colaboraciones por parte de aficionados de toda España que le enviaban carteles, entradas, boletos de lotería nacional, revistas, periódicos, trabajos manuales, etc... todo iba encontrando acomodo en una vieja bodega situada en el sótano del Restaurante regentado por Juan y su hermano Rafael, justo a la entrada del pueblo.
De esta forma, sólo era cuestión de tiempo para que la cosa tomara vuelo y fue a principios de los 90, con El Fino ya como matador de toros, cuando lo que en un principio era una buena colección particular de artículos taurinos, se convertía en un monumento a la fiesta, en un rincón lleno de sabor, un lugar que al ser visitado provocaba admiración y sorpresa por todo su contenido. En febrero de 1999 el museo era oficialmente inaugurado por su titular, Juan Serrano, en un acto que contó con la presencia de toda su familia y que, paralelamente, servía de punto de partida para una temporada en la que, unida a las dos o tres siguientes, Finito retomaba el puesto de privilegio en el escalafón y sobre todo en la predilección de los aficionados, dejando atrás varios meses de reflexión cuando cortó la temporada en 1998.
El museo, como se ha comentado, está ampliamente dedicado a su titular, comenzando por los carteles y entradas de las tardes más significativas de su carrera y siguiendo por las cabezas de ejemplares con los que Juan dejó el sello de su categoría. Cuenta además con trajes donados por Finito, así como con dos capotes de paseo. Pinturas, una escultura (replica de la que Juan Espinosa regaló a Finito con motivo de su boda), poemas, multitud de fotos (algunas curiosísimas, como aquellas en las que Juan Serrano se encontraba haciendo el servicio militar) y referencias a tantas y tantas tardes memorables en la trayectoria del Fino.
Pero ante todo, el museo es la fiesta, el amor por la tauromaquia, y en él tienen cabida referencias a más matadores y a momentos destacados de la historia taurina. Sorprende y gusta encontrar mezclados entre la cartelería, las cabezas disecadas y todos los objetos taurinos, alguna foto de Camarón, de Pepe Marchena o del insigne poeta Aguilarense Vicente Núñez. El arte se funde con el arte y todo eso, en cada una de mis visitas, nunca puede pasar desapercibido ni a un segundo plano. Se me va la vista a un rincón, a una foto, a un recuerdo.
Dada la gran cantidad de material y el deterioro en las viejas instalaciones del museo, éste cambió de ubicación, y ahora, en lugar más amplio, permite contemplar con más detalle si cabe cada uno de sus tesoros. El pasado 4 de mayo, de nuevo Finito, en compañía de su familia, tuvo el gusto y el detalle de inaugurar la nueva sede de este museo y de la peña que en Aguilar le lleva por bandera y, de paso, compartir un día lleno de buenos momentos en compañía de un torero irrepetible, además de una gran persona.
Si pasan por aquí no lo duden. Quizá en esta época venidera, de invernal espera hasta la nueva temporada, sea el momento de no perder el sabor taurino del paladar, enriqueciendo la vista, el recuerdo y la afición al calor de uno de los rincones más taurinos que yo he conocido y que, por afinidad familiar y personal, más cariño me despierta.
Vean, sientan y hablen de toros, aquí es eso lo que se respira y se vive... y tómense un Fino de la tierra... que aquí se paladean los dos: El Fino de la vid y El Fino del albero.
El Museo Taurino "Finito de Córdoba" es un lugar lleno de arte, de cariño y de gusto por lo bien hecho. Levantado desde el sólido cimiento de una gran afición, muestra con riguroso detalle los componentes más relevantes de nuestra fiesta, los recuerdos más significativos y la entrega denodada por un artista que hace honor a tanta belleza expuesta: Juan Serrano Pineda "Finito de Córdoba".
Juan Espinosa es el creador y piedra angular del mantenimiento de esta joya. Además de ser referente de afición y trabajo por la tauromaquia aguilarense, Juan destaca por ser fiel partidario del Fino desde sus comienzos. Orgulloso nos muestra varios carteles en los que el torero se anunciaba como "Juanito Serrano" en su época de becerrista, claro reflejo de la solera que tiene su incondicional apoyo.
Ya en el año 1987, Juan Espinosa comenzó a dar forma a su proyecto. Recopiló viejas revistas taurinas que guardaba su padre, así como carteles antiquísimos de festejos celebrados en Aguilar. Encargó su primera cabeza disecada, Sortijero, un toro de Ramón Sánchez lidiado por Espartaco en Cabra, curiosamente acompañado por el infortunado Montoliú, en una de sus pocas actuaciones como matador de toros. Poco a poco sus contactos fueron creciendo, llegando a tener innumerables colaboraciones por parte de aficionados de toda España que le enviaban carteles, entradas, boletos de lotería nacional, revistas, periódicos, trabajos manuales, etc... todo iba encontrando acomodo en una vieja bodega situada en el sótano del Restaurante regentado por Juan y su hermano Rafael, justo a la entrada del pueblo.
De esta forma, sólo era cuestión de tiempo para que la cosa tomara vuelo y fue a principios de los 90, con El Fino ya como matador de toros, cuando lo que en un principio era una buena colección particular de artículos taurinos, se convertía en un monumento a la fiesta, en un rincón lleno de sabor, un lugar que al ser visitado provocaba admiración y sorpresa por todo su contenido. En febrero de 1999 el museo era oficialmente inaugurado por su titular, Juan Serrano, en un acto que contó con la presencia de toda su familia y que, paralelamente, servía de punto de partida para una temporada en la que, unida a las dos o tres siguientes, Finito retomaba el puesto de privilegio en el escalafón y sobre todo en la predilección de los aficionados, dejando atrás varios meses de reflexión cuando cortó la temporada en 1998.
El museo, como se ha comentado, está ampliamente dedicado a su titular, comenzando por los carteles y entradas de las tardes más significativas de su carrera y siguiendo por las cabezas de ejemplares con los que Juan dejó el sello de su categoría. Cuenta además con trajes donados por Finito, así como con dos capotes de paseo. Pinturas, una escultura (replica de la que Juan Espinosa regaló a Finito con motivo de su boda), poemas, multitud de fotos (algunas curiosísimas, como aquellas en las que Juan Serrano se encontraba haciendo el servicio militar) y referencias a tantas y tantas tardes memorables en la trayectoria del Fino.
Pero ante todo, el museo es la fiesta, el amor por la tauromaquia, y en él tienen cabida referencias a más matadores y a momentos destacados de la historia taurina. Sorprende y gusta encontrar mezclados entre la cartelería, las cabezas disecadas y todos los objetos taurinos, alguna foto de Camarón, de Pepe Marchena o del insigne poeta Aguilarense Vicente Núñez. El arte se funde con el arte y todo eso, en cada una de mis visitas, nunca puede pasar desapercibido ni a un segundo plano. Se me va la vista a un rincón, a una foto, a un recuerdo.
Dada la gran cantidad de material y el deterioro en las viejas instalaciones del museo, éste cambió de ubicación, y ahora, en lugar más amplio, permite contemplar con más detalle si cabe cada uno de sus tesoros. El pasado 4 de mayo, de nuevo Finito, en compañía de su familia, tuvo el gusto y el detalle de inaugurar la nueva sede de este museo y de la peña que en Aguilar le lleva por bandera y, de paso, compartir un día lleno de buenos momentos en compañía de un torero irrepetible, además de una gran persona.
Si pasan por aquí no lo duden. Quizá en esta época venidera, de invernal espera hasta la nueva temporada, sea el momento de no perder el sabor taurino del paladar, enriqueciendo la vista, el recuerdo y la afición al calor de uno de los rincones más taurinos que yo he conocido y que, por afinidad familiar y personal, más cariño me despierta.
Vean, sientan y hablen de toros, aquí es eso lo que se respira y se vive... y tómense un Fino de la tierra... que aquí se paladean los dos: El Fino de la vid y El Fino del albero.