Fueron momentos bonitos, instantes preciosos, casi mágicos. Una noche que envuelta en el misterio del tener que componer imágenes con los sonidos que llegaban a través de las ondas tenía un sabor especial, y que nos regaló sensaciones únicas.
Córdoba latía en una faena exquisita. Una faena en la que 20 o 25 muletazos bastaban para esculpir un sueño. Faena como un poema. Como un soneto en el que sólo unos versos dibujan casi una vida y expresan un sentimiento. Porque en sus versos (perdón, muletazos), hubo rima, hubo cadencia, hubo ritmo, estética, compás, hubo pureza y verdad, torería, hondura, eternidad...
... Y hubo Córdoba, siempre Córdoba. La que late en su muleta cuando acaricia sentidos y remueve a quien contempla. La Córdoba que lo acompaña, la suya y la nuestra. La Córdoba que latía en Acho con los pulsos de sus muñecas.
Fotos: Agustín y Lula Cebrecos (aficionperu.com y Toros en Acho)