viernes, 24 de septiembre de 2010

ECO EN LAS MONTAÑAS DE UBRIQUE (Por Gabriel Camero)


Cerpentino andaba cabeceando y corneando las tablas, mientras Sandra, de blanco y oro, sonrisa perenne toda la tarde salpicada con miedo a la responsabilidad, escuchaba mirándolo a los ojos.

Fino le hablaba, en presencia de Juan José. Le comentaba lo que desconozco, porque aquellas palabras no hacían eco en las montañas, susurros íntimos de torero a torero, desde la veteranía a la ilusión. El Maestro cedió los trastos, y ella, con aprecio, los dejó caer atrapados por sus muñecas, dejó que la muleta de Juan lamiera el albero ubriqueño. Y las palmas, que precioso es una plaza de toros llena, hicieron eco en toda la sierra gaditana. No como las palabras, susurros, secretos, de ti para mí y mío y tuyo. Cosas de toreros, cosas de artistas, de gente que valora más la vida porque son conscientes que en un derrote se les puede escapar.

Los ecos de las palmas sonaron con fuerza para Juan Serrano en el cuarto de la tarde. Castañuela de 500 kilos, de Osborne para Finito de Córdoba. Ya había agradado en el sorteo. En general fue una corrida en tipo y noble, de disfrute para todos. Con el capote, dos medias. El frasco de las esencias se destapaba y regaba el albero amenazado de nubes. Con la franela lo saca. Silencio en los tendidos. Da tiempo a la función, que importante es el tiempo, el que queda, el que se fue…Suena la música. Fino, de catafalco y azabache, conoce los terrenos como pájaro los cielos. La colocación del cuerpo y de las muñecas, solo el toro admira la tela, agarrada la muleta por el centro, pies juntos en el albero. El sólo de trompeta hace eco en las montañas. La torería en los remates, la torería como adjetivo también hace eco en las sierras de pinsapares. La izquierda. Colocada delante del pecho, cruzarse, torear. La torería por derecho.

La obra fue premiada con dos orejas. Ovación de eco. Respetable en pié reconociendo al torero, al tiempo dado a la faena, a la torería. El oficio. La maestría.

Con el segundo de la tarde, Garbancero de 512 kilos, hubo menos suerte. Castaño, de bonito tipo pero de mal juego. Ya en los primeros compases lo demostró, saltos atléticos cuando entraba en el capote y cuando se le bajaron los brazos clavó los pitones en el albero y pegó un costalazo. Queda en la retina una media verónica después de que el Osborne saliera del jaco. No tuvo el animal son, aún quedaba otro en corrales, al que desorejó. El público ovacionó al maestro por su intento de querer hacer el toreo ante el poco fondo del animal.

Cuando todo terminó, Sandra Moscoso salió de la furgoneta Citroën rumbo a la habitación, ordenando las ideas de tan maravilloso día, tres orejas en el esportón. Una voz hueca le sonó a su espalda, procedía de su cuadrilla, - ¡Enhorabuena Torero! Y ella, sonrisa tranquila, se dio la vuelta entre vítores alegres, festivos. Juntos, toda la cuadrilla, subieron las escaleras que llevan al hall del hotel y al destino que acaban de emprender. Suben las escaleras firmes y decididos. El destino es el único que lleva las cuentas del futuro. Suerte, mucha suerte Torero.


Fotos: Antonio Flores.