...¡Qué hermoso el campo en estos días de fiesta en que todos lo abandonan! Apenas si en un majuelo, en una huerta, un viejecito se inclina sobre la cepa agria, sobre el regato puro... A lo lejos sube sobre el pueblo, como una corona chocarrera, el redondo vocerío, las palmas, la música de la plaza de toros, que se pierden a medida que uno se va, sereno, hacia la mar... Y el alma, Platero, se siente reina verdadera de lo que posee por virtud de su sentimiento, del cuerpo grande y sano de la naturaleza que, respetando, da a quien lo merece el espectáculo sumiso de su hermosura resplandeciente y eterna.
Juan Ramón Jiménez (Los toros. Platero y yo)
Aquella tarde, en Moguer, otro artista volvió a inspirarse. Según cuentan, la faena al cuarto toro de la corrida de Carlos Núñez fue un canto al toreo grande, ese que, cuando se trata del Fino, puede surgir sea donde sea y a buen seguro que Juan pensó mientras creaba que Moguer no era cualquier sitio...
Francisco Javier García tuvo la suerte de estar allí, y así lo cuenta en su blog.
Decíamos que Finito de Córdoba es maestría, sí, pero es mucho más, es gustarse toreando, el trazo largo, recogiendo la embestida del animal adelante embarcándolo y dándole salida allá lejos al final curvado de un muletazo que se eterniza, es el toreo puro que sale cuando sale y cuando sale llena, toreo de peso, de verdad. Tiene este Juan Serrano la llave del toreo y cuando halla la cerradura, como en el cuarto noble y bravo de Carlos Núñez, el embrujo brota y el arte se impone, dos orejas fue el premio, pero el verdadero premio se lo llevo el alegre público que paladeo el arte en estado puro, esa verdad momentánea y eterna que es una faena a un toro bravo en el centro del ruedo.
P.D.: Lo siento, no he podido conseguir ninguna foto esa tarde, pero en fin, también es bello imaginar.
Juan Ramón Jiménez (Los toros. Platero y yo)
Aquella tarde, en Moguer, otro artista volvió a inspirarse. Según cuentan, la faena al cuarto toro de la corrida de Carlos Núñez fue un canto al toreo grande, ese que, cuando se trata del Fino, puede surgir sea donde sea y a buen seguro que Juan pensó mientras creaba que Moguer no era cualquier sitio...
Francisco Javier García tuvo la suerte de estar allí, y así lo cuenta en su blog.
Decíamos que Finito de Córdoba es maestría, sí, pero es mucho más, es gustarse toreando, el trazo largo, recogiendo la embestida del animal adelante embarcándolo y dándole salida allá lejos al final curvado de un muletazo que se eterniza, es el toreo puro que sale cuando sale y cuando sale llena, toreo de peso, de verdad. Tiene este Juan Serrano la llave del toreo y cuando halla la cerradura, como en el cuarto noble y bravo de Carlos Núñez, el embrujo brota y el arte se impone, dos orejas fue el premio, pero el verdadero premio se lo llevo el alegre público que paladeo el arte en estado puro, esa verdad momentánea y eterna que es una faena a un toro bravo en el centro del ruedo.
P.D.: Lo siento, no he podido conseguir ninguna foto esa tarde, pero en fin, también es bello imaginar.