Agosto ha comenzado algo frío. Quien lo diría con la que está cayendo, ¿Verdad?. El tema es que la suerte parece haber tomado vacaciones y en estos tres primeros festejos del mes no ha venido a visitar al maestro. Ni los del Torreón en Pontevedra, ni los de Sampedro en Torremolinos, y aún menos los de Martín Lorca en Pedro Muñoz, han sido lotes aptos para el éxito y el disfrute.
Aún así, nos cuentan que en Pontevedra El Fino fue capaz de hacer crujir la plaza con un puñado de redondos en el primero de la tarde, solventando la dificultad de un animal con muy poca fuerza y el añadido obstáculo de que el personal anduviera predispuesto ya para ver lo que venía detrás, el duelo Tomás-Castella. Y nos cuentan, coincidiendo todos, que el peor lote con mucha diferencia fue a parar a sus manos, y que su entrega fue grande. En tardes así, un par de buenas estocadas harían que la lectura de muchos al respecto fuera distinta, pues los amantes de las reseñas se quedarán en ese "silencio y silencio", en lugar de la segura oreja en el primero y el reconocimiento al esfuerzo en el segundo. Por eso, ya que la lectura fácil está hecha y publicada desde muchos sitios, no quería pasar la oportunidad de exponer aquí esa otra visión, que podrá ser tachada de subjetiva o sesgada por mi admiración hacia el maestro, pero que es muy necesaria a veces para completar una realidad que hay que conocer. Y esa realidad nos dice que El Fino estuvo a la altura de una tarde de máximo compromiso, de máxima expectación, y que con muchas cosas en contra fue capaz de atraer la atención haciendo el toreo, aunque seguro que no todo el que él llevaba dentro, debido al material adeverso con el que contó.
De Torremolinos, y aunque la repercusión y le expectación fuese bien distinta, se pueden extraer similares conclusiones, y es que además de no tener un lote apto, su primero se dio una costalada que le mermó casi todas las facultades y le dejó sin fuerzas para seguir la muleta, aunque las manos del maestro fueron determinantes a la hora de que aguantara diez o doce muletazos de bella factura, a cámara lenta, que nos que cuentan que fueron de lo mejor de la tarde.
Y de Pedro Muñoz, tan sólo decir que lo mejor del festejo fue que acabó, que pasó, pues fue sin duda el paradigma de corrida en la que hacer el toreo se convierte en misión imposible.
La buena noticia está en lo que queda por venir. Y tiene que llegar, estoy seguro. No se cuando, ni cuantas serán las tardes que dejarán huella, pero mis sensaciones me transmiten optimismo. Yo se que todo es imprevisible, y que por ello resulta arriesgado hablar antes de tiempo, pero esa es la fe y la confianza que tengo yo en el maestro Fino, y que a buen seguro es compartida por muchos. Una fe y una confianza que nunca voy a esconder.
Todos los que admiramos, seguimos y esperamos su toreo tenemos la mente puesta en una o varias fechas. Seguro que nuestros amigos franceses, Michel y compañía, ya están soñando con una tarde en San Sebastián igual o mejor que la del pasado año, a la que no van a faltar. Otros pensamos en Baeza, Málaga, Almería, Linares..., lugares que nos cogen cerquita y a los que esperamos acudir a pesar de que a algunos se nos avecinan acontecimientos personales, por fortuna positivos, que pueden condicionarnos, pero que también nos pueden dejar ese pequeño resquicio para hacer la escapada.
Y viene también Cuenca, y Mérida. La mayoría, tardes de importancia y responsabilidad, con todo o casi todo por remontar, dada la composición de los carteles, pero tardes en las que puede surgir lo esperado. Sólo falta ese puntito de fortuna, que salga ese toro que pide y admite el toreo profundo y eterno. Será entonces cuando Juan Serrano pondrá a todos de acuerdo (otra vez), y no importará el lugar, ni la fecha, ni quien vaya en el cartel.
Soy optimista, no lo niego. Nunca he dejado de serlo, y no soy el único al que esto le sucede. Es lo normal, digo yo, cuando se tiene la certeza de estar ante un torero tan grande. Suerte para todos, allí donde cada uno haya depositado su sueño, en cada una de las tardes que están por venir, y a las que acudamos con la ilusión intacta.
Y para usted, maestro, siempre un deseo, que disfrute y sienta cada tarde, y ojalá que la suerte anda cerca, pues la semilla de este sueño no brota de otro lugar que no sea su inspiración y sus muñecas.