sábado, 5 de abril de 2008

QUE DIFÍCIL ES... QUE BONITO SERÍA

Ya está más cerca la cita con la Maestranza. Tan sólo un día nos separa de una nueva tentativa de asaltar ese sueño que a todos los finitistas nos queda por cumplir, y que no es otro que ver al Fino salir a hombros por la Puerta del Príncipe, nada más y nada menos. Se dice pronto si, pero junto a ese deseo tan fuerte y a esas ganas, se encuentra ese punto de cordura que, al menos a mí, me hace ver la dificultad del reto, lo complicado de que todo sea redondo, máxime cuando existen tantos y tantos condicionantes en una tarde de toros que se escapan del control humano y que pueden resultar definitivos a la postre.

Leí que El Cid, tras la infumable corrida del domingo de resurrección, decía que "tardes así demuestran que no es tan fácil abrir la Puerta del Príncipe", y la pura lógica nos dicta que tardes de esas hay muchas más que de las otras, y que alcanzar el triunfo grande en esta plaza supone e implica mucho más que lo necesario para alcanzarlo en otras, y ahí está la prueba y la estadística de quienes lo han logrado aquí en comparación con otros lugares. Por eso es un sueño muy grande, y por tanto más difícil de alcanzar.

Pero es un sueño que hemos tocado ya varias veces con la punta de los dedos, por eso sabemos que está ahí, y lo que es más importante, que sigue ahí. Sin ir más lejos, y empezando por lo más reciente, debemos acudir a las sensaciones que nos deparó la tarde del año pasado, en la que sin romper rotundamente por falta de toros, el sabor que nos dejó y el aroma que desprendió el torero en su actuación nos insufló a todos, y a él el primero, una dosis de satisfacción y optimismo para seguir aferrándonos a nuestro sueño tras dos o tres temporadas en las que la suerte no había estado de lado en la Maestranza.

Antes, cuatro años atrás, el Fino fue capaz de hacer crujir a la plaza con quince muletazos a un Jandilla justo después de que Cesar Rincón hubiese estado soberbio en el turno anterior. Quien estuvo allí sabe de lo que hablo, y es que fue impresionante ver a Juan poner aquello del revés con tanta rotundidad. Y dos años antes de eso, en 2002, un viernes de preferia, como el anterior, el sueño asomó a la orilla del Guadalquivir en dos faenas de hondura y sentimiento que sin rubricar con la espada dejaron dormidos una vez más los cerrojos de la puerta deseada.

Y aquella faena de 2001, a un toro de Victoriano del Río, sublime y sentida, que dejó para la historia un monumento al toreo al natural en esa plaza, y que fue tan córtamente premiada con una oreja.

Pero si hay una fecha imborrable de cercanía a ese sueño tan buscado, es la del 2 de mayo de 2000, en la que Juan se veía anunciado cogiendo una sustitución tras haber cuajado tres días antes a un toro de Capea. Esa tarde abrileña de mayo, con la de Juan Pedro, tras parar el reloj toreando a la verónica como tantos y tantos tan sólo pueden soñar y no les sale ni de salón, y de cuajar una faena de muleta a rastras y de infinito trazo y longitud, haciendo sonar las palmas por bulerías en la vuelta al ruedo posterior con las dos orejas de ese primero de su lote, la suerte se fue a la feria antes de tiempo, justo cuando El Fino apuntaba con la espada al morrillo del sexto de la tarde, al que había exprimido con gusto y temple para abrazar de una vez por todas el sueño de ver caer la tarde sobre Triana a hombros de la multitud. Justo antes de eso, el pinchazo en hueso nos hizo despertar.

Sabemos ya que es difícil, pues a la vista está, y en la memoria queda, que lo hemos sufrido, pero también sabemos lo bonito que sería, pues no nos cansamos de soñarlo. Ojalá todo acompañe. Que El Fino sueñe y haga soñar el toreo mañana en el albero maestrante.

Ya sólo queda esperar, y seguro que Sevilla, como nosotros, lo está esperando.