Que bonito es el Coso de Los Donceles, tanto como pésimos son sus accesos y pésima la organización de puertas, en las que ni tan siquiera figura el número de tendido, lo que provoca que, tras esperar en una larga cola, el personal se mosquee cantidad porque lo manden de un lado a otro con la mínima información y el tiempo echándose encima. Por eso resulta milagroso que al saltar el primer toro a la arena hubiese más gente dentro que fuera de la plaza. Aún así, muchos se perdieron gran parte de su lidia.
De lo que pasó en el ruedo cabe destacar en lo negativo el fuerte viento que ha presidido la tarde y el desastroso juego del ganado de Guadalest.
El Fino lo intentó de manera concienzuda con su primero, un animal desclasado y descastado que sin ninguna claridad acudía a unos engaños muy difíciles de manejar ante el vendaval reinante. Con todo, Juan puso el máximo para sacar partido de la embestida del toro, logrando instantes lucidos por la diestra, pero sobre todo demostrando una gran disposición. Mató bien y saludó una ovación tras una petición mayoritaria que el presidente no atendió, en lo que parecía ser un intento de poner alto el listón de los trofeos. Un listón que inmediatamente después él mismo se encargó de aminorar con los otros componentes de la terna, al menos en lo referente a esa primera oreja, en la que se debe atender a la petición del público.
Del cuarto, invalido y descoordinado, hay poco que contar, tan sólo que después de derrumbarse estrepitosamente en varias ocasiones durante la suerte de varas, el presidente decidió mantenerlo, y que en la muleta volvió a repetir esas mismas escenas, teniendo que ser apuntillado tras no querer levantarse más.
En fin, una tarde al revés, con todo o casi todo en contra, y en la que me quedo con la actitud mostrada por Juan, ante un lote y una climatología muy adversa. Ya se sabe, lo que no puede ser no puede ser... pero otra vez será.
De lo que pasó en el ruedo cabe destacar en lo negativo el fuerte viento que ha presidido la tarde y el desastroso juego del ganado de Guadalest.
El Fino lo intentó de manera concienzuda con su primero, un animal desclasado y descastado que sin ninguna claridad acudía a unos engaños muy difíciles de manejar ante el vendaval reinante. Con todo, Juan puso el máximo para sacar partido de la embestida del toro, logrando instantes lucidos por la diestra, pero sobre todo demostrando una gran disposición. Mató bien y saludó una ovación tras una petición mayoritaria que el presidente no atendió, en lo que parecía ser un intento de poner alto el listón de los trofeos. Un listón que inmediatamente después él mismo se encargó de aminorar con los otros componentes de la terna, al menos en lo referente a esa primera oreja, en la que se debe atender a la petición del público.
Del cuarto, invalido y descoordinado, hay poco que contar, tan sólo que después de derrumbarse estrepitosamente en varias ocasiones durante la suerte de varas, el presidente decidió mantenerlo, y que en la muleta volvió a repetir esas mismas escenas, teniendo que ser apuntillado tras no querer levantarse más.
En fin, una tarde al revés, con todo o casi todo en contra, y en la que me quedo con la actitud mostrada por Juan, ante un lote y una climatología muy adversa. Ya se sabe, lo que no puede ser no puede ser... pero otra vez será.