martes, 17 de noviembre de 2009

"CUMBRE EN CÓRDOBA" (Texto: Luis Miguel Parrado)


Nunca pensé que me iba a suceder lo que el otro día en la plaza de toros de Córdoba, un lugar donde se me han puesto los vellos de punta más de una vez viendo torear, sobre todo dos tardes, una, cuando Finito estuvo inmenso con “Banquero”, un toro de Marca al que cuajó de principio a fin en el año 2001. La otra, con el mismo torero, el día que mató los seis toros e indultó a “Bondadoso”, de Domingo Hernández.

Pero la otra noche volvieron a ponérseme los vellos como escarpias en esa plaza. No había corrida, y el acto al que iba no era siquiera en el albero, sino en el “Salón de los Califas”, donde Juan Jesús Espinosa había preparado una velada bajo el título “Aroma de Torería, Versos de un Sentimiento”.

El ambiente, mágico, con gente hasta en la puerta. Dentro del salón, todo cuidado al mínimo detalle. La iluminación, íntima; los olores, a romero; y al fondo, a la derecha del escenario, una silla de torero perfectamente montada por Antonio Márquez, el mozo de espadas de Finito, a quien iba dedicado el recital.

Aunque esa noche de viernes el que estuvo cumbre fue Juan Jesús Espinosa. Llevo más de veinte años presenciando conferencias, recitales, mesas redondas, y todo tipo de actos relacionados con la cultura taurina. Pero como éste, ninguno; es más, estuvo a años luz de cualquier otro que yo haya podido ver.

La entonación, magistral; el ritmo, magnífico; la forma de llenar escenario, de ésas que sólo están al alcance de los elegidos. Y todo con una fuerza expresiva extraordinaria que puso a la gente en pie más de una vez, y que al final del evento la tuvo unos cuantos minutos aplaudiendo. En definitiva, que aquello fue soberbio.

Si vuelve a dar este recital en otro sitio, no os lo penséis. Seáis o no partidarios de “Finito”, vamos, aunque seáis de esos que lo odian hasta los tuétanos, merece la pena escuchar cómo recita Juan Jesús estos versos salidos de lo más hondo de su corazón de poeta. A mí me impresionó... y me emocionó.

Sólo faltó un detalle, y es que alguien con sensibilidad gestionase la llave de la puerta de Los Califas para que esa noche, aunque hubiera sido a pie, Juan Jesús Espinosa, de quien a partir de ese día soy, además de amigo, ferviente admirador, hubiese salido por esa puerta grande del toreo cordobés.

Desde el viernes, para mí y para todos los que tuvimos la fortuna de disfrutar con su torería hecha verso, él es uno de esos grandes.

Foto: Jesús Prieto.