Y felicidades también para Juan Montiel, hombre de plata de los que hacen grande esa profesión. No os podéis imaginar cuanta ilusión me hizo poder fotografiarme con él y conservar este recuerdo.
Las fotos son obra de otro Juan; Juan Fidel Arroyo. Felicidades para ti también, fenómeno.
Y para terminar, un pequeño aperitivo de la corrida de esta tarde. Lo sirve Cesar Mata en el Diario El Mundo.
Cartel de tronío, la cuadratura del círculo, pues son cuatro los coletudos que se anuncian para la corrida de esta tarde en León. Toreros unidos por la clase y diferenciados por personalidades con perfiles diversos, que los hacen singulares, incunfundibles desde el paseíllo hasta cuando dan una vuelta al ruedo. Y cuando torean...
Juan Serrano 'Finito de Córdoba', un catalán con arte sureño, frágil, imprevisible; José Antonio 'Morante de la Puebla', diestro con duende flamígero e incombustible, bohemio de alma y muñeca; Manuel Jesús 'El Cid', elegante y corajudo; y Miguel Ángel Perera, erguido en el clasicismo de la hondura sincera y profunda.
Un cartel de lujo en un formato de gran dimensión, un espectáculo grandioso y generoso, como lo es que se lidien 8 toros, 8, en una sóla tarde. Corrida a la antigua usanza, cartel de celebración regia o aristocrática, de fasto memorable. Un festejo majestuoso, en su esencia y en su forma, se mire por donde se mire.
Ninguno de los cuatro espadas puede dejar indiferente al aficionado. Una corrida para salir dibujando muletazos a la calle o para acordarse de varias generaciones de antepasados de alguno de los toreros... cosas del arte. Puede pasar, esto del contraste, con Finito o con Morante, porque el quejío y el duende a veces está por la labor y otras en regulación de empleo, pero si la inspiración les llega con el traje de luces embutido, pues la cosa puede ser colosal.
Con El Cid y Miguel Ángel Perera, de más regularidad por solidez mental en los cimientos de su oficio, las emociones no dibujan tantos dientes de sierra, pero la estética se funde con la técnica en un alimón de clase y elegancia.
Ni siquiera una tormenta de verano, que quisiera homenajear a San Juan, puede aguar la fiesta de una corrida de toros concebida en sus mimbres con una magnífica presentación en sus intervinientes.
Pocas veces en cada temporada se tiene la ocasión de ver juntos a toreros de tanta calidad en un mismo cartel, y en este caso, que no son tres, sino cuatro, la apuesta es difícilmente perdedora. Las expectativas ofrecen una inversión de lo más rentable durante las cerca de tres horas que durará el festejo.
Para su lidia, como material encastado, se ha reseñado un encierro de cuatreños de Jandilla, el hierro de la estrella, una de las divisas del firmamento ganadero de lidia, dirigida por Borja Domecq.
Toros con cualidades de movilidad, capacidad de humillar, nobleza y fijeza que se sitúan en el segmento de las vacadas denominadas comerciales, aunque cuando manda la bravura el toro es toro y su fiereza encauzada manda sobre cualquier otro carácter que haya sido transmitido por la selección genética.
A partir de las seis de la tarde, la corrida de la feria de León, primera de su abono, augura grandes faenas. El toreo es la esperanza de una emoción, de una estética sublime, que vence a la fiereza. Esta tarde sería raro que nada de eso sucediera. Desde los tendidos casi se podrá tocar el milagro del arte.