domingo, 11 de octubre de 2009

... Y LA LUNA DESPERTÓ

Tuvo que ser en una tarde como esta en la que el gran Vicente Amigo encontrara la inspiración para componer hace años unos tanguillos dedicados a Juan Serrano. Su melodía me ha acompañado hoy como banda sonora imaginaria, mientras El Fino construía una gran obra sobre el albero talismán de Montoro. "La luna estaba dormía, la desperté... Finito está toreando vamos a ver..."

Caía la tarde y el ocaso acechaba, justo cuando el maestro cuajaba una de esas actuaciones que rayan la perfección y que inundan todos los sentidos. Desde los más escépticos hasta los más entregados, desde los más incrédulos hasta los más fervientes. A esa hora, que no recuerdo bien cual era, el tiempo quedaba detenido mientras El Fino abría la fuente inagotable de su toreo eterno, regando de aroma el espacio, emanando sensibilidad y torería.


A esa hora, cuando la tarde expiraba, a la par que la temporada, de las muñecas mágicas de Juan Serrano comenzaba a brotar la faena soñada, la que uno desea y anhela ver desde un tendido una tarde cualquiera, y que hoy, bendita sea nuestra suerte, hemos tenido el privilegio de contemplar y disfrutar de principio a fin.


El inicio de faena al cuarto, a dos manos, sin apenas probaturas, ha derrochado sentimiento y barroquismo, para ser rematado con una trincherilla, la primera de varias que nos ha regalado, a cual más sublime y mayúscula. A partir de ahí, el trasteo ha ido creciendo, de más a mucho más, sucediéndose tres series de redondos de compás abierto, trazo largo y mano baja realmente colosales. Al natural la faena ha terminado de romper, así como la entrega, más todavía, del torero a su obra. La última serie por ese pitón, de personalísima y bellísima ejecución, de frente y adelantando la pierna contraria para llevar al animal atrás con tremenda plasticidad, ha sido enorme. La vuelta a la derecha sensacional, con una serie de muletazos engarzados uno con otro, a modo de circular inacabable. Faena grande, de rotundidad, de genialidad, de enorme torería, de insuperable estética, de toreo mayúsculo. El doble trofeo, de mucho peso, nunca tuvo menos importancia, pues no pasa de ser un vano intento de cuantificar lo incuantificable, pues a esa completísima faena hay que sumar también el sensacional toreo a la verónica con el que El Fino recibió al de García Jiménez, así como el que ejecutó en un quite lleno de pureza y clasicismo.


Ya en su primero, del que obtuvo una oreja también de gran peso, el maestro mostró una gran disposición nuevamente en el recibo a la verónica y dibujó una faena de gran calado, destacando una serie de ocho redondos lentísimos y larguísimos, de una perfección casi inexplicable. Llevaba tiempo sin ver torear tan lento.

Este tarde toreaba El Fino, todos lo han visto. Y la luna montoreña, que hoy era la de los tanguillos de Vicente Amigo, no se lo quiso perder. Nadie la vio, pero yo la sentí. La note despertar y entregarse a la emoción. Era la luna, era el toreo, era El Fino... SIGUE SIENDO EL FINO.


Fotos: Fidel Arroyo.