miércoles, 7 de octubre de 2009

PAGAR POR TOREAR...

Cinco años después, y pesar de tanto despropósito, afán de protagonismo y falta de sensibilidad, el recuerdo imborrable de lo que fue una memorable tarde toros y una faena antológica de Finito de Córdoba sigue presente y muy por encima de cualquier otra consideración. Aquella tarde, en Montoro, El Fino con su toreo devolvió con creces el precio que cada aficionado había pagado por su localidad, y próximamente, si no hay algún cauce legal que lo remedie, deberá abonar a la Junta de Andalucía la cantidad de 12.500 €, por actuar movido por su convicción como torero y como hombre de que "Langosto", que así se llamaba el bravo toro de Juan Pérez Tabernero, merecía acabar sus días en Campo Charo de donde procedía, respetando igualmente la unánime petición del público, que para esto, al igual que para las broncas, también es soberano.


El final, crudo e injusto, es por todos conocido. "A eso de las ocho de la tarde, un toro bravo era asesinado en la sórdida oscuridad de los corrales de la plaza de Montoro...", relató Luis Miguel Parrado en su artículo de 6 Toros 6, en el que también nos describía que "Conmovía a cualquiera de los testigos la forma en que Juan Serrano decía al alcalde, casi implorándole: ¿Pero como lo vais a matar, si ha sido tan bueno?". De nada sirvió. No obstante, y como he dicho, queda el recuerdo de una faena grande y de un toro, "Langosto", del que ahora se estarían lidiando sus primeros productos, de no ser por la intransigente e insensible actuación de una autoridad, que a día de hoy sigue queriendo tener un protagonismo que tan sólo quedará en los papeles. Lo otro, que es lo importante, quedó para la historia.