martes, 10 de febrero de 2009

TENTADERO EN GARCIGRANDE


El diario salmantino El Adelanto publica hoy en su suplemento especial taurino un reportaje sobre un tentadero del maestro Finito de Córdoba en la plaza cubierta de Garcigrande. Además de algunas fotos, el texto resalta la belleza y la sensibilidad que se respira en un tentadero del Fino, y también algunas declaraciones del torero, siempre a las claras, sin medias tintas.

UNA TIENTA CON FINITO, DONDE CRECE SU TOREO

Finito de Córdoba habla claro cuando habla de toros, con la madurez de un tipo que ha estado arriba, abajo y que aún ha logrado remontar el vuelo después. Habla de la técnica como pocos y resulta tan transparente como su toreo.

No es torero de Salamanca. Juan Serrano Finito de Córdoba ha toreado muchas veces, ya de novillero, en La Glorieta y casi nunca ha estado bien. Su toreo se recuerda con escaso agrado y se asocia a las tardes de escaso brillo. Tal vez aquella de novillero, mano a mano con José Ramón Martín, fuese su mejor actuación por estos lares. Pero a Juan Serrano le gusta venir a Salamanca en invierno, a casa de Justo el de Garcigrande. "Está a un paso de Madrid, y cuando esté la autovía aún más, y es que esta plaza cubierta es un lujo que me encanta... Pasar ratos al lado de Justo, hablar de toros con él", dice Finito.

Finito, el que sale a las plazas vestido de luces, está pasado de vueltas y le queda la ambición justa para buscar una gran faena, la gran faena que todos los toreros tienen en la cabeza y nunca terminan de realizar. "Yo ya no estoy en la pelea de los de arriba, pero me duele que me traten como el relleno de nadie", explica Juan mientras echa la vista atrás y cita la tarde del pasado agosto en Cuenca, "donde iba por delante de José Tomás y de Perera y terminé cortando tres orejas".

Guerras al margen, para entender a los toreros hay que vivir con ellos y, aún así, no es fácil. No es fácil de entender a Finito, un torero reivindicativo en sus declaraciones y que luego se entrega a la espera casi eterna de que salga su toro. Finito se rebela en la conversación. Después hace volar su capote en la plaza de tientas y con ver el de otros compañeros se comprende que en Finito se guarda una sensibilidad y un conocimiento especial. Como en casi todas las conversaciones sobre los toros, de dos años a esta parte, sale a relucir el nombre de José Tomás. "Ése es el que tiene dos cojones para defender todo lo que los demás toreros deseamos", espeta.

Sobre la tele, sobre los dineros de las teles y sobre el cacareado doping empresarial a los toros para que no se caigan. Ahí le das donde le duele a Finito. Un día, toreando en Bilbao, dejó a todo el toreo frío. Denunció a los micros de TVE y en directo para todo el país que sus toros estaban chutados para no caerse y que no saliesen costosos sobreros. "Por la noche me llamaban casi todos los compañeros para darme la enhorabuena, para decirme que ya era hora", explica. Pero lo dejaron solo en la reivindicación. "Y es que los toreros estamos faltos de unión porque cada uno tiene unos intereses y unas circunstancias", sentencia.

Torea el Fino. Poderoso y con una obsesión: la muleta, por abajo. El trazo de sus naturales es largo y los toques de su tela se antojan imprescindibles para componer la figura como él lo hace, con el compás abierto y los riñones encajados. Si esto surgiese muchas veces en la plaza, decía uno. Pues que pasaría, que Finito estaría más rico de lo que está, pero no por eso iba a ser mejor o peor torero. El concepto es ese. La trincherilla es un cartel y el ayudado, de foto. El concepto de Finito se basa en una sentencia de Juan Belmonte: "Torear es mover los brazos como si el cuerpo no tuviese piernas". Y Finito habla del sello de cada cual, de la personalidad. Y de otra cosa importante, del temple. "Sin el temple el toreo sería una pelea de poder a poder entre toro y torero, y en esa pelea siempre ganaría el toro", dice. Finito entiende el toreo bajo una perfección técnica que luego permite expresar sentimientos "pero es difícil imponérselo a todos los toros, aunque merezca la pena insistir", concluye.

UN PERCAL DIFERENTE. La tela rosa de Juan Serrano Finito de Córdoba es distinta. No sólo por su esclavina bordada en negro, sino por su forma de volar, acompasada, abierta, limpia, templada. El capote del Fino, como él escribe su nombre en la parte de atrás, engancha, domina, templa y despide embestidas.

Texto: Javier Hernández
Fotos: Ignacio Perelétegui