jueves, 14 de febrero de 2008

¿SE ACUERDAN?

Este post es un capricho. Sencillamente porque si. Aunque tampoco es de extrañar un capricho más en un blog tan caprichoso como éste, que también nació porque si, y al que ustedes tienen a bien (y tienen todo mi agradecimiento) consentirle estas licencias. Uno de esos caprichos, como habrán comprobado, es el de buscar en la memoria, y posteriormente en la hemeroteca, videoteca y en la red, para traer al presente aquello que es ayer pero que quedará para siempre.

Siempre he dicho que cuando se habla de un torero y en la conversación se repite aquello de "¿Te acuerdas de aquella faena?", "¿Te acuerdas de aquellos lances?", "¿Y de aquella tarde en...?", no hay duda de que se está hablando de un torero que deja huella, que alimenta tanto el recuerdo como la espera de que lo recordado vuelva a suceder, y a buen seguro que quien lo está contando va a mantenerse fiel tanto a aquello que vivió como a lo que espera vivir.

Es El Fino un torero de esa huella, y es servidor un amante del recuerdo y de la espera. Por eso disfruto al regresar al pasado para mantener vivo el gran legado artístico que nuestro torero ha grabado en la historia taurómaca a lo largo de su trayectoria.

Hoy me acordé de aquel día 29 de mayo de 2004. Y digo bien al decir día, ya que casi desde el amanecer lo viví tan intenso que la corrida fue una parte de aquella total locura. Desde unas semanas antes me entretuve en reclutar a varios amigos hasta conformar un grupo lo suficientemente nutrido como para alquilar un microbús que nos llevara desde Jaén hasta Córdoba para disfrutar al completo de un día que se presentaba inmejorable. Me extendería cansinamente si les describo la agenda que cumplimos, por eso relataré sólo algunos detalles.

Entre la expedición había quienes acudían por primera vez a una corrida, incluso los había que presentaban síntomas ocasionales de antitaurinismo, por eso fue para mí una gozada verlos a todos disfrutar, proclamar su entusiasmo bajo aquella pancarta que rezaba "JAÉN CON FINITO, MAGIA Y ARTE", mientras se rompían las manos aplaudiendo aquellas verónicas soñadas con las que El Fino recibió a su primero, y se emocionaban hasta la lágrima viva cuando se vaciaba de arte con Bondadoso para acabarlos de convencer. Y fue grande ver como algunos saltaban como un resorte al albero para acompañar la salida a hombros, y como en la misma Puerta de los Califas muchos me abrazaban, todavía con lágrimas, mientras me daban las gracias por haberlos "obligado" a venir.

Por eso, de aquello queda lo más grande: el recuerdo. La siempre recurrente conversación, los momentos imborrables, el aroma interminable, la inacabable emoción...

... Y las crónicas de quienes lo contaron. Por ejemplo esta, de Álvaro Acevedo:

INFINITO DE CÓRDOBA

En el instituto nos enseñaban que los números iban del menos infinito al más infinito, y que por tanto, nunca encontraríamos el final de la escala ni por arriba ni por abajo. Tampoco acabé nunca yo de entender esa historia de lo ilimitado, y ha tenido que llegar Finito de Córdoba para que me explique con capote y muleta qué es esa leche del infinito.

Intenté puntuar el toreo a la verónica de Juan Serrano al primer toro de la tarde y el 10 se me quedó muy corto. Era normal. Finito había toreado con las muñecas rotas, con el capote mecido, a compás, con el cuerpo tan relajado que parecía muerto, con el alma tan entregada que parecía mentira. Finito toreó con el capote como nadie en mucho tiempo. O como nadie nunca, cualquiera sabe. Luego el toro tuvo poca fuerza, Finito dejó detalles de mucha torería, y un kilométrico natural que a mí me hubiera bastado para toda la tarde.

Intenté puntuar la inconmensurable faena ejecutada por Juan Serrano al cuarto toro, y la nota de 10 me pareció ridícula. Ridícula porque al bravo y humillador toro de Domingo Hernández, Juan lo toreó como a él más le gusta. Embraguetado, partida la cintura por medio, enganchado el animal por delante, subyugado ante la mano que a rastras ordenaba al engaño abrirse en sus vuelos para romper el muletazo muy lejos, más o menos allá por el infinito. Su precioso inicio de trasteo ayudado, sus series en redondo cumbres, sus naturales descomunalmente profundos, otros naturales a pies juntos o con el compás semiabierto en los que la cintura cimbreaba como un junco, fueron monumentos al arte de torear. Su faena fue histórica, al toro lo indultaron, y algunos se debatían entre la justicia o injusticia del perdón del animal en vez de deleitarse recordando el apoteósico toreo que habían presenciado. Hay gente pa tó…

También intenté puntuar el mimo y tersura con el que Juan Serrano había mantenido en pie al blando y noble quinto, la manera de bordarlo a media altura con el arte en las yemas de los dedos, y minutos antes, también quise poner nota a su toreo grácil y templado a pies juntos con el capote. La misma tentación tuve al ver la forma de imponerse con decisión al incierto sexto hasta acabar cuajando quince muletazos de cartel de toros. E intenté valorar el conjunto de su tarde, su manera de llenar la plaza, su olor a torero caro, su prestancia, su empaque, su hondura, su arte, su temple. A todo le quise poner un 10, pero siempre se me quedaba corto. Estaba claro. La nota de Juan Serrano era el infinito. Infinito de Córdoba. Encantado de conocerte, Fino. Fue un placer.