te vi llegar con el sol
que derramabas,
y abrazándote soñaba
que te pudieras quedar.
Te vi brotar despacito,
te vi surgir de un instante,
de un reflejo dibujado
en el espejo del arte,
en la silueta marcada
de un destello deslumbrante.
Te vi volar, primavera,
en el vuelo de un capote
que te llevaba a su vera,
en una media quebrada,
en un natural de seda,
en el sabor de un toreo
que llena de aroma esta espera.
Allí te vi, allí te sueño.
Te llamo y te busco
dibujándote de albero,
pues llegarás luminosa
cuando florezca de nuevo
la magia de mi torero.