Úbeda. Casi tres cuartos de entrada.
Cinco toros de Juan Pedro Domeq (uno, 1º, con el hierro de Parladé), el mejor el 2º, de gran clase aunque justo de fuerzas, y uno de Martín Lorca, deslucido y flojo.
Finito de Córdoba: Cuatro pinchazos, casi media y tres descabellos (Bronca). Pinchazo, estocada y dos descabellos (Ovación con saludos). Dos pinchazos y estocada (oreja con petición de la segunda).
El Cid: Dos pinchazos y estocada (Oreja). Estocada (Ovación tras petición). Tres pinchazos y estocada (Silencio).
Con la ilusión desbordada, como decía ayer, acudía esta tarde a Úbeda. Y como diría aquel... "La primera en la frente". El primero, con el hierro de Parladé, acudía a los capotes sin codicia y acortando el viaje. Ya en los muletazos de probatura se veía venir la bronca, y llegó, vaya si llegó. Fue lo que se dice un toro a contraestilo, y ante semejante material el Fino nunca se tapa. La bronca fue justa, no así ciertos insultos a los que no da derecho el pago de la entrada por mucho que los sujetos que los profieren se afanen en justificar.
El segundo, ya con el hierro de Juan Pedro, fue un toro de gran clase, tanta como su escasez de fuerzas, lo que hizo que El Cid tuviera que comenzar la faena pulseando mucho la embestida y dando tiempo entre tanda y tanda. Pulso y buen gusto tuvieron los muletazos de apertura de faena, de entre los que destaco un lentísimo y largo cambio de mano. Manuel se echo la muleta a la izquierda e instrumento dos pulcras series de naturales. Muletazos largos, con el toro haciendo el avión y cantando su gran calidad. De haber seguido por ese pitón quizá, en mi opinión, hubiésemos asistido al rotundo toreo natural del Cid, con el toro ya sin caerse, lo que le habría permitido bajar más la mano. Aún así, esas dos series quedaron en la retina. Las dos series con la diestra bajaron algo el listón de la faena, pero Manuel, ya en figura y cuajado en la profesión, abrochó la última con un circular invertido por el pitón izquierdo, rematado con un cambio de mano y un pase de pecho larguísimo. Eso calentó los tendidos, y la postrera serie de naturales a pies juntos, ya con el toro a menos, ponía en sus manos el premio de las dos orejas, reducida a una ya que a la fulminante estocada que recetó le precedieron dos pinchazos.
Con el cuarto y el sexto Manuel sólo pudo estar aseado, sobrado de voluntad aunque parco en lucimiento, debido a la sosería de uno y al corto viaje del otro Lo puso todo el torero en ambos toros, incluyendo una gran estocada al cuarto toro que dio paso a una insuficiente petición de oreja.
El Fino salió decidido en su segundo, un precioso jabonero que salió con muchos pies. Seis verónicas, seis, y un pinturero remate soltando la punta del capote sirvieron para dos cosas: tornar lanzas en cañas y devolver la ilusión de la tarde a quien escribe estas líneas. El toro se vino alegre al caballo y galopó en banderillas, pero comenzó a desarrollar más genio que bravura, embistiendo por el pitón derecho, el mejor pitón, con la cara arriba y soltando derrotes. El Fino comenzó la faena con gusto, se fue a los medios y enjaretó dos series con la derecha en las que le toro pareció mejor de lo que era, bajándole mucho la mano para corregir los cabezazos. Con la izquierda fue nones, y de vuelta a la derecha volvieron a surgir varios muletazos hondos y sentidos. Una oreja se esfumó tras un pinchazo y dos descabellos. La ovación fue rotunda.
En el quinto llegó lo mejor de la tarde. El de Juan Pedro cantó su mansedumbre durante toda la lidia, pero El Fino estaba con ganas. Volvió a salirse a los medios para empezar a torear a favor del toro, en línea recta, ayudándole a embestir y quitándole querencias. Cuando comenzó a sonar la música, el torero estaba haciendo al toro, y aún estaba en ello cuando pararon los sones. Una voz desde el tendido increpó al diestro, y El Fino miró directamente al personaje, "Ahora vas a ver". Brotaron dos series de redondos antológicas, preñadas de empaque, quebrada la cintura y quieta la planta, llevando al toro hasta allí... allí donde sólo llega El Fino. Se echó la muleta a la izquierda y fueron tres naturales multiplicados por dos, de largos que fueron. Cuando se fue por la espada lo hacía sabedor de que había dejado atrás todo el aroma de su arte. De no pinchar dos veces antes de la estocada, habría paseado dos orejas...
Para mi eso era lo de menos, pues había visto (y sentido) todo lo demás...
Cinco toros de Juan Pedro Domeq (uno, 1º, con el hierro de Parladé), el mejor el 2º, de gran clase aunque justo de fuerzas, y uno de Martín Lorca, deslucido y flojo.
Finito de Córdoba: Cuatro pinchazos, casi media y tres descabellos (Bronca). Pinchazo, estocada y dos descabellos (Ovación con saludos). Dos pinchazos y estocada (oreja con petición de la segunda).
El Cid: Dos pinchazos y estocada (Oreja). Estocada (Ovación tras petición). Tres pinchazos y estocada (Silencio).
Con la ilusión desbordada, como decía ayer, acudía esta tarde a Úbeda. Y como diría aquel... "La primera en la frente". El primero, con el hierro de Parladé, acudía a los capotes sin codicia y acortando el viaje. Ya en los muletazos de probatura se veía venir la bronca, y llegó, vaya si llegó. Fue lo que se dice un toro a contraestilo, y ante semejante material el Fino nunca se tapa. La bronca fue justa, no así ciertos insultos a los que no da derecho el pago de la entrada por mucho que los sujetos que los profieren se afanen en justificar.
El segundo, ya con el hierro de Juan Pedro, fue un toro de gran clase, tanta como su escasez de fuerzas, lo que hizo que El Cid tuviera que comenzar la faena pulseando mucho la embestida y dando tiempo entre tanda y tanda. Pulso y buen gusto tuvieron los muletazos de apertura de faena, de entre los que destaco un lentísimo y largo cambio de mano. Manuel se echo la muleta a la izquierda e instrumento dos pulcras series de naturales. Muletazos largos, con el toro haciendo el avión y cantando su gran calidad. De haber seguido por ese pitón quizá, en mi opinión, hubiésemos asistido al rotundo toreo natural del Cid, con el toro ya sin caerse, lo que le habría permitido bajar más la mano. Aún así, esas dos series quedaron en la retina. Las dos series con la diestra bajaron algo el listón de la faena, pero Manuel, ya en figura y cuajado en la profesión, abrochó la última con un circular invertido por el pitón izquierdo, rematado con un cambio de mano y un pase de pecho larguísimo. Eso calentó los tendidos, y la postrera serie de naturales a pies juntos, ya con el toro a menos, ponía en sus manos el premio de las dos orejas, reducida a una ya que a la fulminante estocada que recetó le precedieron dos pinchazos.
Con el cuarto y el sexto Manuel sólo pudo estar aseado, sobrado de voluntad aunque parco en lucimiento, debido a la sosería de uno y al corto viaje del otro Lo puso todo el torero en ambos toros, incluyendo una gran estocada al cuarto toro que dio paso a una insuficiente petición de oreja.
El Fino salió decidido en su segundo, un precioso jabonero que salió con muchos pies. Seis verónicas, seis, y un pinturero remate soltando la punta del capote sirvieron para dos cosas: tornar lanzas en cañas y devolver la ilusión de la tarde a quien escribe estas líneas. El toro se vino alegre al caballo y galopó en banderillas, pero comenzó a desarrollar más genio que bravura, embistiendo por el pitón derecho, el mejor pitón, con la cara arriba y soltando derrotes. El Fino comenzó la faena con gusto, se fue a los medios y enjaretó dos series con la derecha en las que le toro pareció mejor de lo que era, bajándole mucho la mano para corregir los cabezazos. Con la izquierda fue nones, y de vuelta a la derecha volvieron a surgir varios muletazos hondos y sentidos. Una oreja se esfumó tras un pinchazo y dos descabellos. La ovación fue rotunda.
En el quinto llegó lo mejor de la tarde. El de Juan Pedro cantó su mansedumbre durante toda la lidia, pero El Fino estaba con ganas. Volvió a salirse a los medios para empezar a torear a favor del toro, en línea recta, ayudándole a embestir y quitándole querencias. Cuando comenzó a sonar la música, el torero estaba haciendo al toro, y aún estaba en ello cuando pararon los sones. Una voz desde el tendido increpó al diestro, y El Fino miró directamente al personaje, "Ahora vas a ver". Brotaron dos series de redondos antológicas, preñadas de empaque, quebrada la cintura y quieta la planta, llevando al toro hasta allí... allí donde sólo llega El Fino. Se echó la muleta a la izquierda y fueron tres naturales multiplicados por dos, de largos que fueron. Cuando se fue por la espada lo hacía sabedor de que había dejado atrás todo el aroma de su arte. De no pinchar dos veces antes de la estocada, habría paseado dos orejas...
Para mi eso era lo de menos, pues había visto (y sentido) todo lo demás...