domingo, 30 de agosto de 2009

LINARES...

Me es complicado escribir sobre lo acontecido en Linares. Resulta difícil desde ponerle título a la crónica hasta relatar lo que ha dado de si una tarde de tantos contrastes. Una tarde en la que ha habido triunfos, un lote infame para Finito de Córdoba, un toro al corral, un momento de mucho dramatismo y de pasarlo verderamente mal con la cogida de Curro Díaz en el sexto, y los momentos posteriores de peligro protagonizados por ese mismo animal.

Es complicado, repito, pero intentaré hacerlo desde lo que he visto y sentido en la plaza, desde mi punto de vista. Después, cada cual que saque sus propias conclusiones y elabore su propia opinión. Coincidiré con algunos, habiendo otros que discrepen con lo que aquí lean. Es lo que tiene la fiesta en general y tardes tan complicadas como la de ayer en particular.

Finito de Córdoba ha sorteado a un primer toro con el que se ha mostrado decidido ya en el recibo de capa, instrumentando varias verónicas de bella factura. El castigo en varas ha sido en mi opinión el necesario, pues ha hecho que el animal se temple más y humille en su embestida. Luego, claro está, su falta de casta y motor, le han hecho resentirse y no venirse arriba, yendo a menos en el último tercio. Con la muleta, El Fino nuevamente ha estado en una disposición magnífica, dejando varios muletazos de fenomenal trazo por el pitón derecho, sin exigir el máximo al animal, consciente de sus limitaciones, y sin terminar, por tanto, de romperse con él. Por el izquierdo no tenía ni uno, aún así se puso por ahí y lo mostró. Su labor, en mi opinión, no ha tenido el eco merecido en buena parte del tendido, que no ha sabido valorarlo en su justa medida. Tras un pinchazo hondo el toro se ha echado y las opiniones se han dividido, vuelvo a repetir que de manera injusta.

El cuarto ha sido un manso declarado desde que ha pisado el ruedo. Abanto desde los primeros compases y desentendido en el recibo a la verónica del Fino, ha hecho incluso algunos extraños en el capote de Rafael Rosa. Se le ha medido mucho el castigo en varas, esperando quizá el maestro que en la muleta le pudiera servir y romper hacia delante a pesar de su mansedumbre, como ocurre con este tipo de toros en muchas ocasiones. No ha sido así, pues desde el inicio de faena el animal ha mirado continuamente a tablas, no ha mostrado fijeza, y cuando se ha sentido podido ha rehusado la pelea. La frustración en el maestro era palpable. Con la espada mal. Aquí poco más se puede añadir. No lo ha visto claro al entrar a matar y posteriormente el toro, con el poco castigo recibido en varas, no ha facilitado las cosas ni con el descabello ni en los siguientes intentos de cuadrarlo para la estocada. Los tres avisos han sonado y el toro ha vuelto al corral. Ahora sí, la bronca está justificada, eso también es de toreros, pero nunca justificaré el insulto y la descarada falta de respeto personal, por mucho que se haya pagado por ver un espectáculo, y creo que cualquier persona cabal, sea o no partidaria del Fino, estará de acuerdo conmigo.

Después, ha venido lo del sexto, un toro que ha salido queriendo coger. ¿Reparado de la vista?, ¿Toreado?... vaya usted a saber. El caso es que a las primeras de cambio ha prendido de manera dramática a Curro Díaz por el pecho, quedando el toreo inerte sobre la arena y siendo rápidamente conducido por las asistencias a la enfermería. Gracias a Dios que todo ha quedado en un susto. Posteriormente, el animal ha seguido buscando presa. A punto ha estado echarle mano al Fino a la salida del caballo, y se ha llevado por delante a Juan Montiel, nuevamente yéndose al pecho, sin que por fortuna la cosa haya pasado de la voltereta. Muy bien José Tomás, que lo ha recogido con el capote de manera excelente, y mucho mérito para los banderilleros que han pasado momentos de auténtico peligro.

Tras esto, El Fino, como director de lidia, debía de encargarse de dar muerte al toro, aunque lejos de tirar por la calle de enmedio, que es lo que muchos pensaban, y yo, sinceramente, deseaba, pues lo estaba pasando bastante mal, el maestro se ha puesto ha torear por el derecho, ganándole siempre la acción al toro y enjaretándole tres series de enorme emoción, con varios muletazos profundos, enormes, que sin duda han dado la vuelta a la tortilla por lo sucedido en el cuarto. También se ha puesto por el izquierdo, momento en el que el toro ha comenzado a orientarse, queriéndolo ya coger por todos lados. Lo ha pasaportado lo más dignamente posible y se ha ido a la enfermería a interesarse por el compañero.

Lo dicho, tarde de contrastes, de cara y cruz. Aquí queda mi visión de lo ocurrido.