
La faena al cuarto toro de Ana Romero ha sido una caricia constate, un latir suave y dulce, una brisa deliciosa que me ha hecho respirar el aroma inconfundible que tiene la torería cuando surge de verdad. Porque todo ha sido muy despacio, todo ha llegado a sorbitos, a pinceladas marcadas, a versos de rima encendida, y a la vez tierna y dormida, para dejar al final el regusto más intenso que cabe en el paladar. Un paladar que ya había podido saborear bellos pasajes con su primero, de menor duración, pero de mucha nobleza.
Así, y sólo así, se siente el toreo, al menos yo es como puedo y se sentirlo, cuando se hace lleno de sentimiento, de pureza y de sabor. Han sido veinte, o treinta... no se cuantos, sólo se que cada muletazo me lo he llevado cosido al corazón.
Foto: Juan Téllez. Galería completa (AQUÍ)